Asociación de vecinos EL CORTIJO

El puente Mantible: El puente de Carlomagno.
AUTORES: Ruiz Galarreta, Jose María, Biblioteca Gonzalo de Berceo

A la izquierda de la carretera a Vitoria, como a una legua de Logroño, en un paraje solitario, se alzan sobre el río Ebro las ruinas de un vetusto puente; dos arcos, uno al lado del margen derecho (zona riojana) y otro más cerca del margen izquierdo (zona alavesa), y restos de otros cinco desaparecidos; es el que en el inmediato barrio de El Cortijo es conocido por «el puente de Carlomagno» y tiene por nombre el de Mantible, que significa antiguo.Estas melancólicas ruinas de lo que sin duda fue una importante construcción, cuyo origen romano no es discutido tienen un interesante valor literario.He aquí su leyenda, tal como figura EN EL CANTAR DE GESTA FRANCÉS del siglo XII Fierabrás, en La historia del emperador Carlomagno y los doce pares de Francia, (publicada en Alcalá-1789), y en La puente de Mantible, obra teatral de Calderón de la Barca. Prisioneros los “doce pares de Francia” (grupo de grandes señores feudales, vasallos directos de la corona de Francia. Al principio se componía de doce Pares: seis Pares eclesiásticos y seis Pares laicos) en tierras de España por los moros, Carlomagno, con un gran ejército, entra en España para libertarlos; pero encuentra en su camino un caudaloso río que solamente se podía atravesar por un gran puente de mármol, de treinta arcos, llamado Mantible, guardado por dos torres cuadradas, también de mármol, y defendido por un espantoso y descomunal gigante, llamado Galafré, que exigía a los cristianos que lo atravesaban unos derechos subidísimos, so pena de la vida.Felizmente, para Carlomagno figuraba en sus huestes otro gigante llamado Fierabrás (el de los feroces brazos).
Lucharon ambos gigantes y Fierabrás logró vencer a Galafré, haciendo posible así el paso del ejército de Carlomagno por el famoso puente; gracias a lo cual pudo liberar a los doce pares y vencer al emir Balante, padre de Fierabrás, que tenía sus dominios más allá del Tajo. Fierabrás y su hermana Floripés, que casó con uno de los pares de Francia prisionero, Guido de Borgoña, llegaron a ser de este modo reyes en su país.¿Es nuestro viejo puente el de la leyenda francesa? ¿Lo es otro puente, de igual nombre, que existe sobre el Tajo?....Sin perder de vista que se traía de una leyenda y por tanto que lo narrado no corresponde a ninguna realidad objetiva; que Carlomagno no pasó nunca por él, ni a su entrada tuvo lugar el combate entre los dos gigantes, es evidente que la situación topográfica de nuestro puente se adapta mejor a la leyenda que la del puente extremeño.
Probablemente, pues no se sabe en realidad el itinerario que siguió en España, narrado sucintamente por los cronistas franceses y árabes contemporáneos, Carlomagno no tuvo que atravesar el Ebro para llegar a Zaragoza; pero si seguimos la leyenda, es el puente nuestro y no el de Extremadura el que pasó el ejército francés; aquél estaba muy alejado del propósito guerrero del emperador; y por otra parte, el Mantible riojano era el único puente que existía sobre el Ebro en aquella época, Como lo dice la leyenda medieval.Hay otro detalle en que ésta coincide con la realidad de aquella época; nuestro puente, en el siglo VIII podría tener, efectivamente, treinta arcos, como se dice en el cantar de gesta francés. Porque no solamente era un puente, de tres a cuatro metros de anchura, sino que era un acueducto; uno de los muchos que los romanos construyeron en España y como otro bien cercano, casi derruido, que existe cerca de Calahorra, servía para pasar agua de la margen izquierda del Ebro a la derecha. Los tres conductos de mampostería, en forma de alcantarilla, de tres palmos de base por seis de altura, que se conservan, así lo prueban.
No es éste el único valor literario de nuestro famoso puente: EN DON QUIJOTE, donde no se cita a ningún personaje nacido o que hubiere residido en nuestra provincia, ni a ningún pueblo o accidente geográfico riojano, se menciona, por excepción, a nuestro puente. (Ocurre esto en el capítulo XLIX, de la primera parte).
Pues yo -replicó don Quijote- hallo por mi cuenta que el sin juicio y el encantado es vuestra merced, pues se ha puesto a decir tantas blasfemias contra una cosa tan recebida en el mundo, y tenida por tan verdadera, que el que la negase, como vuestra merced la niega, merecía la mesma pena que vuestra merced dice que da a los libros cuando los lee y le enfadan. Porque querer dar a entender a nadie que Amadís no fue en el mundo, ni todos los otros caballeros aventureros de que están colmadas las historias, será querer persuadir que el sol no alumbra, ni el yelo enfría, ni la tierra sustenta; porque, ¿qué ingenio puede haber en el mundo que pueda persuadir a otro que no fue verdad lo de la infanta Floripes y Guy de Borgoña, y lo de Fierabrás con la puente de Mantible, que sucedió en el tiempo de Carlomagno; que voto a tal que es tanta verdad como es ahora de día? Y si es mentira, también lo debe de ser que no hubo Héctor, ni Aquiles, ni la guerra de Troya, ni los Doce Pares de Francia, ni el rey Artús de Ingalaterra, que anda hasta ahora convertido en cuervo y le esperan en su reino por momentos. [...]